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lunes, 9 de noviembre de 2015

La Dicha que Acongoja a los Muertos

Se oye suspirar a media noche. Retumba en los oídos el réquiem de la eternidad. 
Mientras dormimos algo se acerca. Es como un silbido lejano e imperceptible, pero se graba en el subconsciente.
Mañana se guardaran los buenos días, se recordarán estas buenas noches. Pasará a nuestra historia "la noche", en la que cambió nuestras vidas.

Como un lejano recuerdo... así comienzan las historias, tan lejanas de un lugar, y tan apartadas de nuestras bocas. Así quedará este momento, así se recordará para algunos pocos.
Huele a cal y humedad, es mezquino, es intenso, es extraño... Las huellas se apoderan de las pisadas y retroceden lo desandado, es el comienzo del fin. De un mundo ya creado. De un cambio radical y distinto, inesperado. 

Algo pasa, de repente todo tiembla, parece que la naturaleza escapa rápido de su silencio y grita algo que llevaba guardado desde hace mucho tiempo. El viento huracanado se mezcla con la lluvia, la tierra se estremece y vibra, aumenta su temperatura, coge poco a poco más fuerza, y quema. 
La física escapa de nuestro control, ¿podría ser que, ese ser perfecto,, inteligente, experto, sabio y humano no sea capaz de dar nombre a lo que ocurre? ¿sería eso posible?

Ahora, el silencio cubre la ciudad, el polvo enmudece a los muertos. Su dicha alcanza el cenit de la eternidad y del placer. Mientras el atardecer se ciñe a lo lejos para dejar una puesta de Sol insólita, inolvidable. Tan sólo queda una cosa, un último sentido a la existencia, quizás sea absurdo, tal vez mezquino... Pero así es, el mundo necesita salvarse.



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